Ricardo Darín, Víctor Laplace, Adriana Varela, Pepe Soriano y Gastón Pauls se acercaron al CCK para un evento especial dedicado al actor que está haciendo funciones en el teatro Astros.
Son tiempos de emociones fuerte para el maestro Héctor Alterio, para su familia y para su otra familia: la que componen todos aquellos, que a lo largo de tanto tiempo, lo hemos visto actuar en películas que forman parte de nuestra historia. El viernes pasado se produjo el esperado reencuentro de este actor de más de 150 películas y de unas 50 obras de teatro en el Astros. Muchos de sus amigos y compañeros de ruta estuvieron ahí en la función de debut de A Buenos Aires. Cuando apareció en escena, mágicamente, las 700 personas que colmaban la sala se pusieron de pie para aplaudirlo. No podía de ser de otro modo. Fue, si se quiere, algo cercano a lo justo, algo muy ligado al agradecimiento.
En este semana mágica de este señor alado, el martes a la noche, en el CCK, el Ministerio de Cultura de la Nación organizó un merecido homenaje a este caballero de tantas batallas ganadas. Fue, como en Astros, con la sala del noveno piso con mirador hacia esa ciudad que durante tantos años extrañó tanto a donde concurrieron muchos compañeros, colegas y amigos. Un listado, seguramente incompleto, del cual formaron parte Víctor Laplace, Georgina Barbarossa, Ricardo Darín, Eleonora Wexler, Eduardo Blanco, Gerardo Romano, Alejandra Darín y Pepe Soriano, entre tantos otros que decidieron no perderse ese momento del merecido reconocimiento a una figura entrañable y maravillosa cuyos trabajos tuvieron esa extraña virtud de formar parte de la memoria colectiva de distintos momentos claves del país.
Pasadas las 18, hora prevista para el inicio, la cúpula del CCK tuvo algo del fervor de la scaloneta. Como prolijo coro, entró este maestro de la palabra al grito de “olé, olé, olé”. A metros de ese recorrido por el pasillo central matizado por abrazos y aplausos, se encontró en la primera fila con otro maestro: el señor Pepe Soriano. Como en una perfecta coreografía, todo el auditorio se puso de pie para tratar de fundirse en ese abrazo de dos señores de pelo blanco, ropa prolija, ojos cargados de historias que se fundieron en un saludo interminable. “Es como ver el abrazo entre San Martín con Belgrano”, dijo al pasar Georgina Barbarossa a uno de los que estaba a su lado (quien escribe esta crónica). Salvando detalles históricos, tiene razón con solo recordar, por ejemplo, el trabajo de ambos en La patagonia rebelde, película de 1974 que marcó una época.
Tras cartón leyó una carta en la que se recordaba de chico, en la que agradeció a sus compañeros de trabajo, a los directores que le permitieron meterse en diversos personajes y a su familia “que me acompañan en esta larga partida. Han pasado 93 años y los recuerdos se mezclan, se agolpan, se distorsionan. Veo a un muchachito flaquito y narigón andando en bicicleta por el barrio de Chacarita que encontró un modo de hacerse lugar en este vasto mundo haciendo que la gente se divierta haciendo payasadas. Así fue como los personajes me ayudaron a encubrir mi timidez”.
Recordó su paso por el movimiento Nuevo Teatro y su propia convicción de que la revolución debía venir de la mano de cultura. “Mi partido político fue el teatro”, aseguró ante un impresionante silencio que toma cuerpo cuando habla un maestro. Y, claro, recordó al poeta León Felipe, el mismo que enaltece y alumbra actualmente en el teatro de su amada avenida Corrientes. “Hoy nos enorgullece poder decirle al mundo que madres, abuelas, hijos y nietos lucharon y lo siguen haciendo por la justicia y la memoria. En nuestro país, tan lleno de contradicciones, ese eje es el hito más importante que podemos mostrar al mundo. Así pasaron mis 93 años. Estoy contento con lo que he vivido”, dijo antes de decir, nuevamente, gracias en medio de merecidos aplausos para esta persona clave de la cultura argentina.
Fuente: La Nación.