Frecuentaba a su vecino, y como hacía algunos días que no lo veía el miércoles a la noche decidió ir a visitarlo. El hombre caminó algunos metros de terreno hasta la precaria vivienda que habitaba su amigo y notó dos cosas raras: la rejilla de una ventana había sido removida y un olor nauseabundo inundaba el lugar, así que no tocó nada y llamó a la Policía, minutos antes de la medianoche. Los primeros efectivos en llegar hallaron a Ramón Nicolás López muerto en su cama, boca abajo, con los pies y las manos atadas hacia atrás y en un avanzado estado de descomposición, lo que motivó la intervención del Departamento Homicidios.
Hasta este jueves, las autoridades no habían dado con ningún familiar de la víctima. Tampoco con su DNI, aunque un vecino les mostró una foto del documento donde se lee su nombre. Creen que tenía unos 70 años.
López vivía en una humilde construcción sin luz eléctrica, de dos ambientes, compuesta por una cocina comedor y una habitación. El baño está en la parte externa, con otro acceso. La edificación se erige en el fondo de un terreno sobre la margen sur de la ruta 147, en la casa 9 de la manzana 149 del barrio Juan Gilberto Funes.
El hombre vivía solo y, según mencionó un vecino, trabajó en el Plan de Inclusión Social hasta que obtuvo una pensión. El fiscal de Instrucción 1, Emmanuel Sastre, a cargo del caso, comentó que obtuvieron el testimonio de la persona que lo habría visto por última vez, unos 6 o 7 días antes del hallazgo.
Ese dato se condice con la data de muerte que estimó la médica forense Marcela Gómez (una semana), que durante la mañana del jueves practicó la autopsia. En su informe determinó que la causa del fallecimiento fue asfixia por sofocación, seguramente provocada por la toalla que le colocaron en el rostro. También tenía un hematoma en la parrilla costal izquierda, un golpe que la profesional supone fue para reducirlo.
Además, tenía marcas en las muñecas y los tobillos producto de las ataduras que le hicieron: para las manos utilizaron el cordón de un pantalón y parte de una soga que unía los miembros superiores con las ataduras que tenía en los pies.
El cadáver había sido tapado con una frazada de lana y encima tenía una pila de unas 50 prendas de vestir más una valija, detalló el fiscal. Los días transcurridos desde el fallecimiento y todo ese material encima impidieron que los bomberos de la morguera judicial pudieran despegar los restos del colchón.
Gómez no halló heridas cortantes, puñaladas ni rastros de un disparo.
No habría sido un robo
Cerca de las 00:30, personal de Homicidios y de la Policía Científica inició una inspección ocular que debieron terminar durante la mañana con luz del día. Una fuente de la investigación comentó que la rejilla de la ventana que el vecino notó que faltaba estaba apoyada del lado de adentro de la vivienda. La puerta de ingreso estaba cerrada pero sin llave y la puerta reja tenía una atadura de alambre que estiman fue hecha desde afuera por el asesino.
Desde la puerta entreabierta del baño entraba y salía un perro raza Dogo que estiman era de López, que también tenía un gallinero. Salvo el dato de la ropa en la habitación, los investigadores no pudieron decir que dentro hubiera desorden en la vivienda porque el hombre no tenía prácticamente nada: ni muebles, ni heladera, ni aparatos electrónicos. Tampoco pudieron confirmar que faltara algo, salvo su teléfono celular, que van a rastrear.
Moisés Ricarte, un vecino, describió a la víctima como una buena persona, que no tenía problemas con nadie. “Lo vi hace más o menos 20 días, comprando en un negocio cerca de mi casa. Estaba bien, pero me conversó que lo habían golpeado la vez pasada y robado ropa, plata y una garrafa, pobre”, comentó el hombre.
Sobre si tenía amistades o juntas, Ricarte dijo que ocasionalmente López invitaba a uno que otro amigo pero, según su percepción, ninguna de esas persona pudo haberle hecho daño.
Sastre dijo que si bien no descartan ninguna hipótesis, en principio el móvil del crimen no habría sido un robo sino otra cosa.
Fuente: EDR