Se turnaban para torturarlo sin darle de comer, pero antes subían la música para no levantar sospechas. Si alguna se pasaba, no iba al colegio, aunque solía ir con marcas en la espalda, donde la remera no permite ver la vida la que sometieron a Lucio Dupuy hasta que encontró la paz el 26 de noviembre de 2021, cuando su cuerpo dijo basta y se apagó.
Lo llevaron muerto a la sala donde había entrado cinco veces en noventa días, donde a nadie la llamó nunca la atención que un chico de cinco años entre cinco veces en noventa noches con golpes, fracturas y quemaduras con mordiscones. Eso están analizando los jueces Aníbal Olié, Alejandra Ongaro y Daniel Sáez Zamora para fallar el jueves contra la mamá y novia de Lucio, el caso más aberrante en décadas.
Fueron dos horas de desenlace en el departamento que las dos compartían, donde todo era sucio, desordenado, donde no había comida y sobraba el alcohol y las drogas, no había dieta alimentaria ni ropa limpia, los horarios no existían y la noche empezaba cuando las dos se dormían. Ese es el contexto que Ana Pérez Ballester, la jueza que les dio la tenencia, creyó mejor para Lucio antes de sacárselo al abuelo Ramón y negarle la posibilidad de criarlo. El final es sabido, la jueza no hizo monitoreo, las dos extorsionaban al abuelo con plata para hacer una video llamada, no lo dejaban solo para que no le vean el cuerpo marcado y seguían con su vida. La justicia se los permitió.
El jueves se termina el proceso judicial inicial, las marcas de la zapatilla de la novia confirman que de tantas patadas en el hígado, lo mató. La mamá se turnaba para torturarlo más tarde. Las dos no muestran arrepentimiento y es lógico: el dopaje posterior confirmó que no tenían drogas ni alcohol en el cuerpo al momento del golpe mortal que marcó el final de la vida de Lucio.
El mensaje de las dos las exhibe como lo que son: combinaban torturas con vómitos por no darle de comer. Lucio iba a lo de un amigo y comía mucho porque sabía que después no iba a haber comida. Eso le generaba vómitos y tras los vómitos, otra golpiza. Así era el contexto que la Justicia le obligó a tener a Lucio. Dos feministas, una jueza miembro del peronismo pampeano que nada hizo, un gobierno que no pudo resolver, prevenir ni curar.
En 1966 Ismael Amit fue el último gobernador radical que tuvo La Pampa. Únicamente peronistas de allí a hoy a la mañana salvo la dictadura con intervenciones. El jueves se termina el calvario, Ramón Dupuy y Silvia toman mate en la vereda, como todos los días, esperando justicia. Un país que muchas veces en sus medios masivos ningunea a Lucio, incomoda a un país con un colectivo de selectivo feminismo hablar de mujeres asesinas de hijo, eso que ni las hienas se atreven a hacer.
Fuente: MDZ